miércoles, 27 de abril de 2016

Jornadas de formación

Y llegó el día en el que todo esto empezó a tomar forma: viernes, 15 de abril del 2016, el inicio de las jornadas de formación.

 A principios de febrero nos llegó un correo a todos los becados informándonos de que habría reuniones informativas (valga la redundancia) sobre la beca tanto para nuestros padres como para nosotros. Las de los padres serían en varias ciudades, de finales de febrero a principios de abril, y durarían una mañana, pero las nuestras serían en Madrid durante un fin de semana completo, bien del 8 al 10 de abril o bien del 15 al 17 del mismo mes (menos las de los gallegos, que son caso a parte).


Al momento de recibir el correo, cundió el pánico por el grupo de WhatsApp de los Spanadians. Nos iban a separar. La verdad es que yo no le di mucha importancia, aunque sí que me sentó un poco mal no poder conocer a todos los que van a ir conmigo a Newfoundland, pero bueno, ya los veré en agosto. Por otra parte es lógico que lo hagan así, porque encontrar un hotel con capacidad para alojar a 250 personas y con las salas necesarias para poder impartir una formación por grupos iba a ser una tarea casi imposible.

A finales de febrero nos llegó otro correo con los listados de quién iría a cada finde (el del 15 en mi caso), y el caos volvió a reinar en mi móvil: habían creado un grupo para los becados (Spanadians y Amiérdicans becados para USA) que fuéramos ese finde.

El tiempo pasaba y cada vez teníamos más ganas de que llegase ese día, sobre todo después del primer finde de abril (cuando fue la reunión de los gallegos y nos contaron lo contentos que salieron). Hubo gente que se llevó otra decepción al enterarse de que los becados para Canadá y Estados Unidos íbamos a hoteles distintos, aunque sinceramente yo ya me lo esperaba y no me hice muchas ilusiones al respecto.

Y por fin llegó el viernes 15,  salí una hora antes de clase (bieeen) y me planté en la estación de tren de Toledo, con la maleta en una mano y el billete de AVE (que me había llegado ese mismo lunes) en la otra. La primera sorpresa me la llevé dentro del tren, antes de que arrancara, cuando un chico se sentó a mi lado y me preguntó «¿tú también vas a lo de las becas?». Era Marko, un Spanadian de Toledo capital del que no sabía nada hasta ese momento. No paramos de hablar en todo el viaje (que fue solo media hora) y descubrimos, entre otras cosas, que ninguno habíamos estudiado nada para nuestros respectivos exámenes de historia del lunes (menuda coincidencia, ¿verdad?).

Llegamos a Atocha con unos minutos de retraso, y nos metimos en un microbús con un grupo de Spanadians valencianos y un terulense, camino del hotel Nuevo Boston. Fuimos los últimos en llegar (a excepción de Néstor, un canario que también va a Newfoundland que vino solo en el avión). Después de recoger nuestras acreditaciones, entregar nuestros móviles, dejar las maletas (y perdernos por el hotel) fuimos al jardín con el resto de becados.

En ese momento el jardín estaba hasta la bandera: más de un centenar de chicos y chicas de mi edad hablando con acentos distintos. Casi todo eran caras nuevas, pero rápidamente localicé la los madrileños que conocía de la quedada y me puse a jugar con ellos y con unos cuantos más a pueblo duerme. Por una extraña razón que no logré descubrir, nuestro pueblo se llamaba Malagachusetts.

Después de una foto de grupo, pasamos a los salones del sótano del hotel,  donde Marta Izuzquiza, (coordinadora de RedLeaf)  y Belén Ocampo (la encargada de los proyectos de la Fundación Amancio Ortega) dieron un par de discursos de bienvenida antes de nombrar a los componentes de cada grupo.

No puedo estar más contento con el grupo que me tocó, el grupo (o más bien secta) blanco, no solo porque había una persona que conocía (Laura, de Madrid) y otra que iba al mismo sitio que yo (otra Laura, también de Madrid), sino porque todos sin excepción eran personas increíbles, radicalmente distintos unos de otros, pero muy abiertos a escuchar y compartir ilusiones, dudas, miedos y sentimientos (a veces por tanto compartir y escuchar nos perdíamos los descansos, pero valió la pena). 

Otro de los motivos por los que el grupo fue tan genial fue nuestro monitor, Luis. Éramos el único grupo con un solo monitor, pero como bien dijo Marta, Luis vale por dos. Una de las cosas que más me ha gustado de esta formación es que los monitores habían estudiado en el extranjero con nuestra edad más o menos, y por eso comprendían exactamente como nos sentíamos, sabían las dudas que teníamos, nos podían contar de primera mano con qué problemas nos íbamos a encontrar y como resolverlos...

Los «bloques» (es decir, las charlas de formación) fueron muy intensos, con mucha información, pero siempre de una manera amena, intercalándose con juegos y descansos. Todos los bloques y juegos los teníamos con el grupo en nuestra sala (cada equipo tenía una). Las charlas del sábado tenían mucho que ver con la parte psicológica de la experiencia (hacer amigos, choque cultural, posibles problemas con la familia...) y las del domingo estubieron más relacionadas con cosas del tipo seguro médico, convalidación de asignaturas, etc.

En la comida del sábado estuvieron el embajador de Canadá en España y Óscar Ortega, director de la FAO (aunque yo estaba en la otra punta del comedor y a penas los vi, pero de todas formas puedo decir que he asistido a un almuerzo con el embajador, que da mucho nivel xd). El domingo nos visitaron algunos ex becados, que nos contaron su experiencia y resolvieron nuestras dudas.

El hotel fue una pasada, las habitaciones comodísimas y con todo lo necesario, y la comida riquísima (no sé cómo no salí rodando de allí). Mis compañeros de habitación (Martín de León y Sergio de Valladolid) no podrían haber sido mejores, acabamos hablando como si nos conociéramos de toda la vida.

Lo peor sin duda fue el momento de las despedidas, primero en el hotel y despúes cuando Marko y yo descubrimos que de todos los que salíamos desde Atocha, los de Toledo éramos los últimos en irnos, así que tuvimos que ver como muchos de nuestros compañeros se marchaban poco a poco mientras nosotros seguíamos allí. Por suerte el tren de Valencia salía solo 10 min antes que el nuestro, y pudimos estar con los valencianos (que también fueron los primeros con los que nos juntamos) casi hasta e final.

Y al rededor de una hora más tarde ya estaba en mi casa, con muchos nuevos amigos, las ideas más claras, la galería llena de fotos que me estaban pasando, un cansancio de tres pares de narices y un tema entero de historia que estudiar :) .

Este finde me ha servido para resolver todas mis dudas (por ahora), poner los pies en la tierra, fijar mis objetivos, conocer los problemas que me puedo encontrar en Canadá, hacerme con las herramientas necesarias para resolverlos, y sobre todo, para empezar a ser consciente de todo lo que tengo por delante, todo lo que me puede aportar esta experiencia y lo afortunado que soy por ello. No me lo empecé a creer hasta que vi mi nombre escrito en la tarjeta de identificación, pero ahora sí lo sé y lo puedo decir sabiendo todo lo que implica: me voy a Canadá.

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